martes, 16 de mayo de 2017

Traducción | El Ägir enterrado | Leyendas de Frisia Septentrional

Leyendas y cuentos de Frisia Septentrional es un libro publicado por la editorial Husum en 1988 como un recopilatorio de cuentos e historias de dicha región en alemán, bajo alemán y frisón.


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Hoy os traigo la traducción de la leyenda número 47, «El Ägir enterrado». Antes de empezar a leerlo, me gustaría aclarar que en el original se refiere al Wassermann u Hombre de las Aguas. El Wassermann también es denominado Ägir (del nórdico antiguo Ægir, Mar). El término Wassermann o Ägir en el norte de Alemania se usa para referirse a un dios de los mares, presumiblemente con apariencia similar a la de un hombre. 

Ilustración de un Hombre de las Aguas
(Siglo XVII)

La idea de que existan un único Wassermann o varios depende del lugar. En la isla de Sylt, por ejemplo, se habla de Ekke Nekkepenn como sinónimo de Wassermann o Ägir; mientras que en otros lugares del norte de Alemania se habla de los Wassermänner (plural de Wassermann), uno de los cuales era Ekke Nekkepenn de Sylt. 

Comparando el Ägir con figuras mitológicas de otras culturas, podemos hablar del Poseidón y el Tritón griegos o, en su variante femenina, las ninfas y las nereidas. En la mitología romana, de raíces griegas, encontramos a Neptuno. En las leyendas de los pueblos eslavos también podemos encontrar un equivalente al Ägir, los Vodyanoy, también conocidos como Wodjanoi o Vodník (de la raíz eslava вод-, Agua), cuya contraparte femenina es la Rusalka. Alejándonos un poco ya, tenemos al Kelpie (de etimología incierta, aunque atribuible al gaélico), de la mitología celta, el cual es un espíritu del agua capaz de cambiar de forma, aunque normalmente tome la de un potro.  

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Paisaje típico con dunas en la isla de Amrum, Frisia Septentrional.

«El Ägir enterrado», pues, es una antigua leyenda cuyo fin, independientemente de su veracidad, es explicar el origen de las dunas de arena de las playas del norte de Alemania. 


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47. El Ägir enterrado



Antaño, en Frisia Septentrional, fue arrastrado a la orilla un cadáver de aspecto singular. Los lugareños lo recogieron, lo depositaron en un ataúd y lo enterraron junto a sus propios muertos. Pero ya desde entonces había algo que no era correcto. El mar se puso furioso, irrumpía desenfrenado y se tragaba inmensas masas de arena. Era una arena fina, suelta, que pronto sería secada por el sol y  arrastrada por el viento de la tormenta hacia la tierra. Se trataba de una terrible calamidad. Prados, brezales, campos y tierras fueron cubiertos de arena. 
¿Qué es esto? Se preguntaban entre ellos ¿Qué hemos hecho para merecer tal cosa? ¿Y de qué manera podemos poner fin a estas tormentas de arena?
A esto que un sabio hombre dijo: Escuchadme. Es muy probable que el muerto que habéis enterrado en vuestro cementerio sea en realidad un Ägir, y como éste no puede volver al agua, viene el agua misma a llevárselo consigo. Tal y como vosotros le habéis enterrado a él, entierra el mar ahora vuestros campos y tierras con arena. Por eso, debéis abrir la tumba y mirar si el muerto tiene el pulgar en la boca. Si así es, se trata de un Ägir y deberéis llevarlo rápidamente al mar, en caso contrario, vendrá él mismo a por el Ägir!
Todos dieron la razón al sabio hombre y procedieron a abrir la tumba y el ataúd. Allí encontraron realmente que el muerto, allí acostado, estaba chupándose el pulgar. Lo pusieron a toda prisa en un carro, el cual era tirado por dos bueyes. Con la cola levantada, arrearon dirección al mar y allí se despeñaron juntamente con al muerto. 
Así se fueron las inundaciones de agua y de arena, mas las dunas que las tormentas habían levantado, permanecieron allí y allí aun están. 

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